Iván Vallejo y su experiencia en Kirguistán
En 2011 nuestro célebre montañista Iván Vallejo viajó 16.000 Kms de distancia hasta llegar a Kirguistán un país de Asia Central casi desconocido para muchos en donde su objetivo es coronar el Pico Lenin (7.134 m) y del Pico Pobeda (7.456 m) en un total de treinta y cinco días.
Iván trajo consigo un hermoso relato sobre su experiencia en este país durante su trayecto al campamento base del Lenin que ha publicado en su página web ivanvallejo.com y que hemos querido compartir con Ustedes desde aquí.
Cuando se habla en lenguaje Universal
Campo Base del Pico Lenin, 29 de Julio de 2011
Queridos amigos
Les escribo y les envío un cordial saludo desde el Campamento Base del Lenin a 3 700 m de altitud. Hemos llegado a este lugar el día de ayer, después de un recorrido precioso a lo largo de este país de contrastes, donde conviven en la mejor relación la raza caucásica, eminentemente rubia, casi platina en algunos casos; con la morena de los mongoles venidos de la parte más alta de esta tierra.
El recorrido lo iniciamos en Bishkek, la capital de Kirguistán, con un vuelo de 45 minutos hasta Osh, ciudad ubicada al sur este del país, en donde tuvo lugar el año pasado una revuelta con el país vecino Uzbekistán, por temas eminentemente religiosos. El grado de complicación de dicha asonada fue tal que hubo que suspender los permisos de ascensión al Pico Lenin. Por hoy el ambiente está tranquilo y tanto kirguises como usbekos están dedicados a sus labores cotidianas que incluyen atender los llamados del muecín para rezarle a Alá, quienes le rezan a Alá.
En Osh Carla y yo tuvimos una experiencia estupenda mientras esperábamos que nuestros compañeros de viaje, especialmente rusos, hicieran sus compras en el supermercado. Con la mala noche que llevaba encima, siempre por el tema de preparar los bultos para una expedición, pocas ganas tenía de bajarme del coche. En la curiosidad propia de Carla ella había dado con un modesto lugar donde un grupo de kirguises preparaban empanadas. No se animo a allegarse a ellos, entonces vino apurada a contarme el particular con la idea de que como “ vos eres más amiguero”, tendríamos la opción de acercarnos. Me espabilé enseguida, tomé la cámara en mis manos y pensé, como siempre, que la sonrisa sería la manera más fácil de poder acercarme.
Prefiero contarles de la manera que más me gusta, en presente y en primera persona
Aquí voy amigos.
-…… Valledupar, Valledupar (que es como Carla suele llamarme) ven enseguida, hay una familia preparando empanadas en una caseta, está hermoso, pero no me anime a entrar. Ven vos eres más amiguero
Como por arte de magia dejo a un lado la modorra que llevo entre la mala noche y los 35 grados de temperatura con 95 % de humedad que empapa las calles de Osh. Tomo lo cámara en mis manos y solo se me ocurre que para el salvar la tremenda distancia que tenemos ahora con el idioma, el único recurso con el que cuento es el de la autenticidad de mi sonrisa y que a través de ella las personas con las que me voy a encontrar puedan ver y saber que me identifico como ciudadano del mundo.
Carla me lleva en volandas hasta el sitio y allí me encuentro con los restos de un conteiner rancio que para disimular la vejez lo han pintado de amarillo intenso. Al mirarlo se me encoje la pupila porque el destello me hiere la vista, en un acto casi automático chequeo los mandos de la cámara y voy hacia la puerta del conteiner. Mientras hago ese viaje lo primero que se me ocurre es saludar, pero que les voy a decir si yo no hablo una sola palabra de ruso, peor de kirguí, vuelvo a pensar en que me queda la sonrisa.
Al acercarme a la puerta, miro hacia dentro pero necesito tiempo hasta que mis pupilas se acomoden a la parcial penumbra del habitáculo. Ensayo tímidamente un -hello-, acto seguido me sonrío y les hago una venia. Con ese par de gestos conjuro la timidez de las partes, damos un paso y estamos adentro Carla y yo. Hay un silencio abismal en el primer acercamiento, porque todos pensamos que más decir después de mi -hello- Creativamente, quien para mí es el padre de familia, pronuncia un providencial -América- y ya está, roto el hielo. Ensayo entonces a hablar en un inglés muy básico y muy despacio le digo -Sud América-y luego -Ecuador- -Ah Ecuador- me contesta el hombre con cara de aprobación, en milésimas de segundos pienso en si será solamente un cumplido o efectivamente habrá oído de ese país que imaginariamente está divido por una línea, también imaginaria, que la han llamado equinoccial; de ese país donde de vez en cuando los presidente bailan en las tarimas con vedetes y todo, y que cuando no nos gusta como bailan conspiramos para que se vayan…y se van, y luego animados por el beneficio de la falta de memoria colectiva pretenden volver porque hay otros presidentes que creen que hemos perdido la memoria y ante tal desafuero volvemos a conspirar y el cuento se termina, porque todos terminan por irse. Pasan las milésimas de segundo y me siento aceptado, abro bien los ojos y les regalo el brillo que se que lo tengo a pesar de la mala noche.
Lo que viene después es bello, es el regalo que dan las sonrisas, los gestos y los ojos por ese afán decidido de querer comunicarse a pesar de no conocer la lengua, ni unos ni otros
En el interior del conteiner se encuentran seis personas, cinco varones y una mujer, con todas las características de ser una familia. Cuatro trabajan en el oficio de hacer empanadas y dos observan, me rio al comprobar que el oficio deinspector de ambiente existe en cualquier latitud del planeta y que pasa hasta en las mejores familias J
Quien supongo es el padre de familia viste un shawar camise azul (vestido típico en los países musulmanes que consta de dos prendas: camisa amplia que llega hasta la mitad del muslo y que va por encima de un pantalón bombacho y de amplios pliegues) llevando las mangas ligeramente dobladas hacia arriba. El recibe la masa que le entregan sus dos asistentes más jóvenes. Sus dedos y manos grandes hacen gala de una gran habilidad y en cuestión de segundos, a la masa plana de harina, le otorga la forma característica que tiene la empanada para rellenarla enseguida con una mixtura de carne, cebollas y queso, el ejercicio termina con un minucioso repujado que lo practica en los bordes. En paquetes de ocho las entrega a su esposa (detalle que asume el autor de la nota J ) en una bandeja y entonces ella desaparece de la escena. Los dos más jóvenes, mientras preparan la masa, hablan con Carla, claro ellos en ruso y ella en inglés, y lo impresionante del asunto es que parecen entenderse. Uno de los inspectores de ambiente al reírse me dejar ver una dentadura brillantísima con cinco dientes de oro que relucen con luz propia, el otro lleva un sombrero de color claro, a lo Michael Jackson.
Con señas les hago saber que admiro el trabajo que están haciendo y vuelvo a hacerles una venia en señal de agradecimiento porque nos han permitido entrar y tomarles fotografías. Carla aprovecha para sacarse fotos con el amigo de los dientes de oro, cuando me regala la sonrisa me acuerdo de Pedro Navaja del maestro Rubén Blades.
En el siguiente paso les dijo -Me Iván- en el convencimiento de que estoy en el mejor lugar del mundo para que entiendan mi nombre. Así me lo confirmó mi padre (en su momento miembro del partido comuunista) cuando yo era un niño; más tarde, yo mismo lo ratifiqué, con la historia de Iván El Terrible. Y claro acierto en mi propósito, a lo cual el jefe de familia me corresponde con un grito diciéndome –Mijail- -Ya está- me digo a mi mismo -aquí nos encontramos en esta parte del mundo un par de amigos: Mijail con Iván- El más joven ensaya a decirme -journalist- Apoyándome en señas y palabras le digo –No, mountains, Pico Lenin, Pico Pobeda- En pleno juego de fotografías, señas y palabras, tratando de entendernos en medio de esta torre de Babel, entra la madre de familia y con señas me pide que salga del recinto, al ver mi cara de asombro, me señala las empanadas sin cocer y un termo. Peor todavía L. Le regreso a ver a Carla buscando auxilio y nada, los dos no entendemos lo que nos quiere decir L L. La matrona me toma del brazo y me saca a la calle, hago un breve ademán intentando despedirme de los nuevos amigos y ella enseguida menea su cabeza con gesto de negación, me dejo llevar sin más. Llego entonces al frente de un horno cuya boca de fuego da la cara a la calle, a un lado yace una bandeja repleta de empanadas doradas, humeantes, con sus bordes ligeramente tostados, recién sacadas del horno. Detrás del fogón hay una cristalera que deja entrever una especie de fonda, allí están apostadas varias personas devorando empanadas acompañándolas con sorbos de té verde. Tomados del brazo la mamá nos lleva hasta el sitio y después de hacernos sentar nos sirve té verde y dos empanadas. La piel se me pone de gallina, se me encoje el corazón y no articulo palabra, razones me sobran para quedarme sin ellas. Esta gente no nos conoce, jamás nos han visto en su vida, somos unos absolutos extraños para ellos -¿o a lo mejor me equivoco?- y han tenido la bondad de aceptarnos en un momento de sus vidas, quizás haya sido una intromisión de nuestra parte, pero me aceptaron, nos aceptaron y lo que es más, nos han invitado a comer. Olvidándome de la preocupación de que el grupo se atrase por nuestra culpa, me abandono y me siento tranquilito, junto a Carla, para disfrutar de este regalazo. No son las empanadas, que están deliciosas; no es el té verde, que le va perfecto. Es el regalazo de saber que en diferentes latitudes y longitudes del planeta, sigue habiendo gente extraordinaria que es sensible al lenguaje maravilloso de la sonrisa, de los ojos y de la alegría. Que no importa el lenguaje oral para comunicarse porque existen otros lenguajes que trascienden más y que se entienden mejor.
Saboreo mi empanada calientita. Las cebollas (a mí que me encantan) están en su punto, el queso fundido chorrea con decoro y el sabor fuerte de la carne de cordero marida bien con los sorbos del té verde. La empanada adicional que la mamá me obsequia me la envuelvo en una servilleta para saborearla lentamente en el viaje, a partir de un principio básico que lo guardo como regla: ni comer, ni hacer el amor…al apuro.
Por delicadeza con los anfitriones intento pagarles a lo cual la mamá responde con un rotundo no. Nos despedimos de ella, del papá y de los dos asistentes que están junto al horno. Llevando mis manos juntas hacia el pecho, haciendo una venia de respeto y gratitud les digo –Thank you very much — en la esperanza de no ofenderles porque no sé como agradecer en su lengua y de que el tal Thank you very much, ojalá fuera universal.
Apoyando mi cabeza en el cristal de la ventana saboreo despacito la otra empanada y dibujo una gran sonrisa de gratitud con la vida, porque apenas hablo un idioma aparte de mi materno, sin embargo compruebo que existen otros lenguajes para comunicarse: el de los ojos, de la sonrisa….en fin….el lenguaje del amor universal.
Desde Kirguistán, un gran abrazo
Iván Vallejo Ricaurte
EXPEDICIONARIO-SOMOS ECUADOR
www.ivanvallejo.com
Iván trajo consigo un hermoso relato sobre su experiencia en este país durante su trayecto al campamento base del Lenin que ha publicado en su página web ivanvallejo.com y que hemos querido compartir con Ustedes desde aquí.
Cuando se habla en lenguaje Universal
Campo Base del Pico Lenin, 29 de Julio de 2011
Queridos amigos
Les escribo y les envío un cordial saludo desde el Campamento Base del Lenin a 3 700 m de altitud. Hemos llegado a este lugar el día de ayer, después de un recorrido precioso a lo largo de este país de contrastes, donde conviven en la mejor relación la raza caucásica, eminentemente rubia, casi platina en algunos casos; con la morena de los mongoles venidos de la parte más alta de esta tierra.
El recorrido lo iniciamos en Bishkek, la capital de Kirguistán, con un vuelo de 45 minutos hasta Osh, ciudad ubicada al sur este del país, en donde tuvo lugar el año pasado una revuelta con el país vecino Uzbekistán, por temas eminentemente religiosos. El grado de complicación de dicha asonada fue tal que hubo que suspender los permisos de ascensión al Pico Lenin. Por hoy el ambiente está tranquilo y tanto kirguises como usbekos están dedicados a sus labores cotidianas que incluyen atender los llamados del muecín para rezarle a Alá, quienes le rezan a Alá.
En Osh Carla y yo tuvimos una experiencia estupenda mientras esperábamos que nuestros compañeros de viaje, especialmente rusos, hicieran sus compras en el supermercado. Con la mala noche que llevaba encima, siempre por el tema de preparar los bultos para una expedición, pocas ganas tenía de bajarme del coche. En la curiosidad propia de Carla ella había dado con un modesto lugar donde un grupo de kirguises preparaban empanadas. No se animo a allegarse a ellos, entonces vino apurada a contarme el particular con la idea de que como “ vos eres más amiguero”, tendríamos la opción de acercarnos. Me espabilé enseguida, tomé la cámara en mis manos y pensé, como siempre, que la sonrisa sería la manera más fácil de poder acercarme.
Prefiero contarles de la manera que más me gusta, en presente y en primera persona
Aquí voy amigos.
-…… Valledupar, Valledupar (que es como Carla suele llamarme) ven enseguida, hay una familia preparando empanadas en una caseta, está hermoso, pero no me anime a entrar. Ven vos eres más amiguero
Como por arte de magia dejo a un lado la modorra que llevo entre la mala noche y los 35 grados de temperatura con 95 % de humedad que empapa las calles de Osh. Tomo lo cámara en mis manos y solo se me ocurre que para el salvar la tremenda distancia que tenemos ahora con el idioma, el único recurso con el que cuento es el de la autenticidad de mi sonrisa y que a través de ella las personas con las que me voy a encontrar puedan ver y saber que me identifico como ciudadano del mundo.
Carla me lleva en volandas hasta el sitio y allí me encuentro con los restos de un conteiner rancio que para disimular la vejez lo han pintado de amarillo intenso. Al mirarlo se me encoje la pupila porque el destello me hiere la vista, en un acto casi automático chequeo los mandos de la cámara y voy hacia la puerta del conteiner. Mientras hago ese viaje lo primero que se me ocurre es saludar, pero que les voy a decir si yo no hablo una sola palabra de ruso, peor de kirguí, vuelvo a pensar en que me queda la sonrisa.
Al acercarme a la puerta, miro hacia dentro pero necesito tiempo hasta que mis pupilas se acomoden a la parcial penumbra del habitáculo. Ensayo tímidamente un -hello-, acto seguido me sonrío y les hago una venia. Con ese par de gestos conjuro la timidez de las partes, damos un paso y estamos adentro Carla y yo. Hay un silencio abismal en el primer acercamiento, porque todos pensamos que más decir después de mi -hello- Creativamente, quien para mí es el padre de familia, pronuncia un providencial -América- y ya está, roto el hielo. Ensayo entonces a hablar en un inglés muy básico y muy despacio le digo -Sud América-y luego -Ecuador- -Ah Ecuador- me contesta el hombre con cara de aprobación, en milésimas de segundos pienso en si será solamente un cumplido o efectivamente habrá oído de ese país que imaginariamente está divido por una línea, también imaginaria, que la han llamado equinoccial; de ese país donde de vez en cuando los presidente bailan en las tarimas con vedetes y todo, y que cuando no nos gusta como bailan conspiramos para que se vayan…y se van, y luego animados por el beneficio de la falta de memoria colectiva pretenden volver porque hay otros presidentes que creen que hemos perdido la memoria y ante tal desafuero volvemos a conspirar y el cuento se termina, porque todos terminan por irse. Pasan las milésimas de segundo y me siento aceptado, abro bien los ojos y les regalo el brillo que se que lo tengo a pesar de la mala noche.
Lo que viene después es bello, es el regalo que dan las sonrisas, los gestos y los ojos por ese afán decidido de querer comunicarse a pesar de no conocer la lengua, ni unos ni otros
En el interior del conteiner se encuentran seis personas, cinco varones y una mujer, con todas las características de ser una familia. Cuatro trabajan en el oficio de hacer empanadas y dos observan, me rio al comprobar que el oficio deinspector de ambiente existe en cualquier latitud del planeta y que pasa hasta en las mejores familias J
Quien supongo es el padre de familia viste un shawar camise azul (vestido típico en los países musulmanes que consta de dos prendas: camisa amplia que llega hasta la mitad del muslo y que va por encima de un pantalón bombacho y de amplios pliegues) llevando las mangas ligeramente dobladas hacia arriba. El recibe la masa que le entregan sus dos asistentes más jóvenes. Sus dedos y manos grandes hacen gala de una gran habilidad y en cuestión de segundos, a la masa plana de harina, le otorga la forma característica que tiene la empanada para rellenarla enseguida con una mixtura de carne, cebollas y queso, el ejercicio termina con un minucioso repujado que lo practica en los bordes. En paquetes de ocho las entrega a su esposa (detalle que asume el autor de la nota J ) en una bandeja y entonces ella desaparece de la escena. Los dos más jóvenes, mientras preparan la masa, hablan con Carla, claro ellos en ruso y ella en inglés, y lo impresionante del asunto es que parecen entenderse. Uno de los inspectores de ambiente al reírse me dejar ver una dentadura brillantísima con cinco dientes de oro que relucen con luz propia, el otro lleva un sombrero de color claro, a lo Michael Jackson.
Con señas les hago saber que admiro el trabajo que están haciendo y vuelvo a hacerles una venia en señal de agradecimiento porque nos han permitido entrar y tomarles fotografías. Carla aprovecha para sacarse fotos con el amigo de los dientes de oro, cuando me regala la sonrisa me acuerdo de Pedro Navaja del maestro Rubén Blades.
En el siguiente paso les dijo -Me Iván- en el convencimiento de que estoy en el mejor lugar del mundo para que entiendan mi nombre. Así me lo confirmó mi padre (en su momento miembro del partido comuunista) cuando yo era un niño; más tarde, yo mismo lo ratifiqué, con la historia de Iván El Terrible. Y claro acierto en mi propósito, a lo cual el jefe de familia me corresponde con un grito diciéndome –Mijail- -Ya está- me digo a mi mismo -aquí nos encontramos en esta parte del mundo un par de amigos: Mijail con Iván- El más joven ensaya a decirme -journalist- Apoyándome en señas y palabras le digo –No, mountains, Pico Lenin, Pico Pobeda- En pleno juego de fotografías, señas y palabras, tratando de entendernos en medio de esta torre de Babel, entra la madre de familia y con señas me pide que salga del recinto, al ver mi cara de asombro, me señala las empanadas sin cocer y un termo. Peor todavía L. Le regreso a ver a Carla buscando auxilio y nada, los dos no entendemos lo que nos quiere decir L L. La matrona me toma del brazo y me saca a la calle, hago un breve ademán intentando despedirme de los nuevos amigos y ella enseguida menea su cabeza con gesto de negación, me dejo llevar sin más. Llego entonces al frente de un horno cuya boca de fuego da la cara a la calle, a un lado yace una bandeja repleta de empanadas doradas, humeantes, con sus bordes ligeramente tostados, recién sacadas del horno. Detrás del fogón hay una cristalera que deja entrever una especie de fonda, allí están apostadas varias personas devorando empanadas acompañándolas con sorbos de té verde. Tomados del brazo la mamá nos lleva hasta el sitio y después de hacernos sentar nos sirve té verde y dos empanadas. La piel se me pone de gallina, se me encoje el corazón y no articulo palabra, razones me sobran para quedarme sin ellas. Esta gente no nos conoce, jamás nos han visto en su vida, somos unos absolutos extraños para ellos -¿o a lo mejor me equivoco?- y han tenido la bondad de aceptarnos en un momento de sus vidas, quizás haya sido una intromisión de nuestra parte, pero me aceptaron, nos aceptaron y lo que es más, nos han invitado a comer. Olvidándome de la preocupación de que el grupo se atrase por nuestra culpa, me abandono y me siento tranquilito, junto a Carla, para disfrutar de este regalazo. No son las empanadas, que están deliciosas; no es el té verde, que le va perfecto. Es el regalazo de saber que en diferentes latitudes y longitudes del planeta, sigue habiendo gente extraordinaria que es sensible al lenguaje maravilloso de la sonrisa, de los ojos y de la alegría. Que no importa el lenguaje oral para comunicarse porque existen otros lenguajes que trascienden más y que se entienden mejor.
Saboreo mi empanada calientita. Las cebollas (a mí que me encantan) están en su punto, el queso fundido chorrea con decoro y el sabor fuerte de la carne de cordero marida bien con los sorbos del té verde. La empanada adicional que la mamá me obsequia me la envuelvo en una servilleta para saborearla lentamente en el viaje, a partir de un principio básico que lo guardo como regla: ni comer, ni hacer el amor…al apuro.
Por delicadeza con los anfitriones intento pagarles a lo cual la mamá responde con un rotundo no. Nos despedimos de ella, del papá y de los dos asistentes que están junto al horno. Llevando mis manos juntas hacia el pecho, haciendo una venia de respeto y gratitud les digo –Thank you very much — en la esperanza de no ofenderles porque no sé como agradecer en su lengua y de que el tal Thank you very much, ojalá fuera universal.
Apoyando mi cabeza en el cristal de la ventana saboreo despacito la otra empanada y dibujo una gran sonrisa de gratitud con la vida, porque apenas hablo un idioma aparte de mi materno, sin embargo compruebo que existen otros lenguajes para comunicarse: el de los ojos, de la sonrisa….en fin….el lenguaje del amor universal.
Desde Kirguistán, un gran abrazo
Iván Vallejo Ricaurte
EXPEDICIONARIO-SOMOS ECUADOR
www.ivanvallejo.com
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